viernes, 22 de abril de 2016

~Tengo miedo~
Por: Xiing


En la distancia escucho los susurros, el crujir de las ramas entre los arboles; presiento una tragedia, tratando de convencerme que nunca estoy en lo correcto. Pero muy dentro de mí tengo miedo, porque sé que algo se avecina, algo tenebroso, algo infernal.

Hace un par de horas nada parecía importar; un trago más, un trago menos, entre chistes y risas, todo era felicidad. Una felicidad inventada donde nada era real.

Ahora estoy en este maldito bosque. No entiendo como llegue. Pero aquí estoy, caminando solo en este sendero, quizás faltan un par de horas para el amanecer, pero el bosque es tan denso que no logro ver el cielo. Tengo miedo.

Escucho las hojas en el suelo crujir, siento sus pasos, mi corazón se acelera, la adrenalina bombea por mis venas y decido correr. Corro como el viento que roza mis mejillas, corro como Hermes en el Olimpo, corro porque mi vida depende de ello; los pasos se hacen más fuerte tras de mí, cada vez más cerca, vuelvo y hago otro intento por correr más rápido, pero sea lo que sea que me ha estado siguiendo aun esta allá atrás a solo unos metros de distancia; intento pensar que hacer, pero el miedo me consume, y mi mente se bloquea: Moriré esta noche.

A la distancia visualizo algo que me podría ayudar. Una rama como extremo afilado lo suficientemente fuerte para realizar mi contraataque.
Unos pasos más y llego a mi salvación. Tomo la rama y me doy la vuelta para un último enfrentamiento.

Silencio.

Los pasos cesan, los sonidos se detienen, el viento deja de soplar, las ramas paran de crujir.

Silencio.

Mi mirada fija hacia el lugar de donde vine, dudoso por el cambio de acontecimientos. La oscuridad de la noche opaca mi visibilidad en este bosque. Tengo miedo.

De repente, sin invitación, un rayo explota a unos metros de distancia y caído de espaldas contra el suelo. Luego por el estruendo, todas las aves abandonan sus refugios y el aleteo de mil pájaros al unísono inundan el silencioso bosque en un ruido estremecedor.

Pero entre tantos aleteos distingo un peculiar sonido fuera de lugar, un diminuto gruñido y un ladrido.
Otro rayo cae un poco más lejos. Pero esta vez con su pequeño haz de luz, como un flash, logro ver una silueta, una figura canina de tres cabezas y unos dientes tan afilados como serruchos.

¡¿El mismísimo Cerbero ha venido por mí?! Sé que no he sido la mejor persona del mundo, pero enviar a los perros del infierno a reclamar mi alma ya es demasiado.

Tengo mucho miedo. No quiero morir aquí.

Sigo tirado en el suelo temblando y empiezo a llorar.

Se reanudan los pasos de la criatura y ruego por mi vida, retrocedo arrastrándome poco a poco. Sin previo aviso siento a la bestia frente a mis narices; temblando, asustado y moribundo, rebusco las pocas fuerzas que me quedan e intento levantarme mientras la bestia solo se limita a gruñirme sin quitar su vista de mí ni por un segundo.

Logro ponerme de pie y con un impulso absurdo me doy la vuelta y corro, pero solo logro dar unos pasos antes de tropezar y caer colina abajo. Siento como mi cuerpo rueda a tal velocidad que los golpes solo son por fracciones de segundos. Moriré.

Los golpes y moretones se prolongan por unos segundos más. Y entonces escucho un fuerte estruendo. Mi cuerpo se deja de mover. Intento abrir los ojos y buscar mis heridas, tanteo mis brazos con las manos y luego toco mi cabeza, siento un área espesa, llevo mis manos a donde pueda verlas y las encuentro manchadas de rojo escarlata.

Me estiro en el suelo y observo las ramas de los arboles allá arriba.

Otra vez, silencio.

Y lentamente cierro mis ojos.
~

Lentamente siento mis manos, mis pies, y abro mis ojos. Allá arriba el sol deslumbrante entre los árboles. Mi cuerpo pesado y adolorido, apenas logro sentarme, estoy todo manchado de rojo.
Miro a mí alrededor y rio. Al principio una sonrisa, luego rio a carcajadas. A mi lado, ahí dormido, un chihuahua con la lengua afuera y tembloroso como son toda su raza.

Nadie me creerá que esta noche tuve miedo, y que el guardián de las cinco puertas del infierno de mi casa me vino a buscar al parque. Y que unas copas de más me hicieron vivir la pesadilla de mi vida en carne propia.


Ya… No tengo miedo.

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